Laberinta es casa embrujada, con sus espectros
espiando desde los vidrios rotos de la garganta de
su autora, que en embrujo de tinta se florece, se da vida
en este plano al arrastrar el universo inexplorado que
la habita y vestir lo espectral, que deviene poesía. La
ausencia, desprovista de sus propios espectros, ahora es
la cuna de la poesía. Es la casa que le escupe jardines al
mundo a través de sus propios ventanales.
Aquí se atestigua la transfiguración de la nada, la
edificación de lo posible a partir de alguna cosa pequeña
que durmió demasiado tiempo en un rincón que siempre
se pensó vacío. Es que hace falta comprender que el
vacío siempre fue una invitación a exhalar los castillos
que nos habitan. El refugio se pare a sí mismo: la poesía
es la prueba de que siempre nos quedará algo cuando
pensemos que lo hemos perdido todo.
Donde hay una ausencia, tarde o temprano habrá un
poema. El poema es la ventana a través de la cual el mundo
que fuimos vaciando, vuelve a llenarse. El poema es la
parte más delgada de este reloj de arena que Maru Leone
acaba de dar vuelta sobre las manos de los fantasmas que
nos esperan ahí, donde nada queda.
                                                                   Juan Solá, en el prólogo

Laberinta - Maru Leone

Laberinta - Maru Leone
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Laberinta es casa embrujada, con sus espectros
espiando desde los vidrios rotos de la garganta de
su autora, que en embrujo de tinta se florece, se da vida
en este plano al arrastrar el universo inexplorado que
la habita y vestir lo espectral, que deviene poesía. La
ausencia, desprovista de sus propios espectros, ahora es
la cuna de la poesía. Es la casa que le escupe jardines al
mundo a través de sus propios ventanales.
Aquí se atestigua la transfiguración de la nada, la
edificación de lo posible a partir de alguna cosa pequeña
que durmió demasiado tiempo en un rincón que siempre
se pensó vacío. Es que hace falta comprender que el
vacío siempre fue una invitación a exhalar los castillos
que nos habitan. El refugio se pare a sí mismo: la poesía
es la prueba de que siempre nos quedará algo cuando
pensemos que lo hemos perdido todo.
Donde hay una ausencia, tarde o temprano habrá un
poema. El poema es la ventana a través de la cual el mundo
que fuimos vaciando, vuelve a llenarse. El poema es la
parte más delgada de este reloj de arena que Maru Leone
acaba de dar vuelta sobre las manos de los fantasmas que
nos esperan ahí, donde nada queda.
                                                                   Juan Solá, en el prólogo