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En la Argentina hubo presidentes abogados, estancieros, ingenieros, generales, genocidas. Nunca uno músico. No se trata de otra excepcionalidad nacional: Neil Young no fue presidente de Canadá, ni Violeta Parra de Chile, ni Amália Rodrigues de Portugal, ni Chico Buarque de Brasil, ni Zitarrosa de Uruguay, ni Simón Díaz de Venezuela. Tampoco Nick Drake postuló para primer ministro del Reino Unido, no ha trascendido que Georges Brassens aspirase alguna vez a desplazar a Charles de Gaulle ni que lo hayan intentado Boris Vian o Edith Piaf o Juliette Gréco o Françoise Hardy. Nino Rota prefirió dedicar su tiempo, entre otras menudencias, a hacer música para las películas de Fellini, y tampoco se tentó con el poder político la tentadora Ornella Vanoni. En la Argentina hubo candidatos cómicos –cómicos profesionales valga decir, ya que la mayoría ha derrapado hacia la comicidad involuntaria cuando no hacia la tragedia–, hubo un candidato automovilista de fórmula uno, un candidato campeón de motonáutica que corría solo en su categoría, candidatos vedettes, candidatos actores, candidatos conductores televisivos, candidatos empresarios, candidatos carapintadas, candidatos deseosos de refrendar por el voto lo que habían detentado mediante las armas. A punto estuvo de rompernos la rutina Ramón Palito Ortega. ¿Habría sido la felicidad? Nunca lo sabremos. El tucumano de gesto alimonado quedó apenas como candidato a vicepresidente del bañero más famoso de Lomas de Zamora, el señor de la gorra mayor del conurbano. ¿Estaremos todavía a tiempo de meterle otro ritmo a la res publica con un presidente músico?
Charly presidente - J.B. Duizeide
En la Argentina hubo presidentes abogados, estancieros, ingenieros, generales, genocidas. Nunca uno músico. No se trata de otra excepcionalidad nacional: Neil Young no fue presidente de Canadá, ni Violeta Parra de Chile, ni Amália Rodrigues de Portugal, ni Chico Buarque de Brasil, ni Zitarrosa de Uruguay, ni Simón Díaz de Venezuela. Tampoco Nick Drake postuló para primer ministro del Reino Unido, no ha trascendido que Georges Brassens aspirase alguna vez a desplazar a Charles de Gaulle ni que lo hayan intentado Boris Vian o Edith Piaf o Juliette Gréco o Françoise Hardy. Nino Rota prefirió dedicar su tiempo, entre otras menudencias, a hacer música para las películas de Fellini, y tampoco se tentó con el poder político la tentadora Ornella Vanoni. En la Argentina hubo candidatos cómicos –cómicos profesionales valga decir, ya que la mayoría ha derrapado hacia la comicidad involuntaria cuando no hacia la tragedia–, hubo un candidato automovilista de fórmula uno, un candidato campeón de motonáutica que corría solo en su categoría, candidatos vedettes, candidatos actores, candidatos conductores televisivos, candidatos empresarios, candidatos carapintadas, candidatos deseosos de refrendar por el voto lo que habían detentado mediante las armas. A punto estuvo de rompernos la rutina Ramón Palito Ortega. ¿Habría sido la felicidad? Nunca lo sabremos. El tucumano de gesto alimonado quedó apenas como candidato a vicepresidente del bañero más famoso de Lomas de Zamora, el señor de la gorra mayor del conurbano. ¿Estaremos todavía a tiempo de meterle otro ritmo a la res publica con un presidente músico?
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