El ultraje de los dioses es una partitura donde lo sutil se vuelve vertiginoso y caótico. Una exaltación a la belleza que es motor y arma para combatir a los verdugos. Se podría hacer la revolución buscando la belleza, dijo alguna vez Vicente. La sonoridad de los versos se mete en la piel para despertar del letargo: un círculo eterno donde en la repetición y en la pregunta centellean las definiciones de lo que tenemos enfrente y no podemos ver.

  El autor despliega un telón de escenas miserables donde los reproductores de la pobreza saquean lo que queda del mundo. Nos lleva de la mano, como un flâneur, por el fango y por las sombras que dejan los espejos en la calle. Una exclamación grita, vocifera la garganta de los oprimidos, de esos a los que les siguen comiendo el hígado a diario. Es la voz de la poesía que resiste los discursos de la muerte. Es la letanía hecha carne para cerrar la herida del dolor original. Hay un cuerpo que narra, un alma que bombea como un corazón enardecido.

 Vicente Zito Lema nos deja, en cada página, una sentencia. Lo justo y necesario, que la religión nos ha obligado a repetir hincados en el frío, ahora es rebelión ante las injusticias. Decirlo otra vez es justo: la poesía puede más que la muerte, recita.

Natalia Bericat, en el prólogo

El ultraje de los dioses - Vicente Zito Lema

El ultraje de los dioses - Vicente Zito Lema
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El ultraje de los dioses es una partitura donde lo sutil se vuelve vertiginoso y caótico. Una exaltación a la belleza que es motor y arma para combatir a los verdugos. Se podría hacer la revolución buscando la belleza, dijo alguna vez Vicente. La sonoridad de los versos se mete en la piel para despertar del letargo: un círculo eterno donde en la repetición y en la pregunta centellean las definiciones de lo que tenemos enfrente y no podemos ver.

  El autor despliega un telón de escenas miserables donde los reproductores de la pobreza saquean lo que queda del mundo. Nos lleva de la mano, como un flâneur, por el fango y por las sombras que dejan los espejos en la calle. Una exclamación grita, vocifera la garganta de los oprimidos, de esos a los que les siguen comiendo el hígado a diario. Es la voz de la poesía que resiste los discursos de la muerte. Es la letanía hecha carne para cerrar la herida del dolor original. Hay un cuerpo que narra, un alma que bombea como un corazón enardecido.

 Vicente Zito Lema nos deja, en cada página, una sentencia. Lo justo y necesario, que la religión nos ha obligado a repetir hincados en el frío, ahora es rebelión ante las injusticias. Decirlo otra vez es justo: la poesía puede más que la muerte, recita.

Natalia Bericat, en el prólogo