Este libro ofrece un conjunto de reflexiones que el campo de la salud debe absorver para incidir con conductas que promuevan la autonomía y la dignidad. Resulta consternadora la rémora de las viejas concepciones acrca de los procesos de salud-enfermedad, la ceguera cognitiva respecto de la generización inexorable de tales fenómenos y, muy especialmente, la recusa de percepción contextual para hacer inteligible el lenguaje del cuerpo que enuncia sus significados contrariando a los presupuestos naturales. A menudo he sostenido una advertencia, y me parece más que adecuado dar la bienvenida a este libro volviendo a ella: para quienes creen a pie juntillas que hay una lectura transparente de los fenómenos de la naturaleza. Su lenguaje es el que hemos inventado, una arbitraria opración mediadora con la que damos por sentado principios y leyes. Conviene abdicar de su prepotencia, y hacer de la salud un estatuto libertario, tal como emerge como acicate de las páginas de este texto. 

Dora Barrancos

Salud feminista, soberanía de los cuerpos, poder y organización

$3.500
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Este libro ofrece un conjunto de reflexiones que el campo de la salud debe absorver para incidir con conductas que promuevan la autonomía y la dignidad. Resulta consternadora la rémora de las viejas concepciones acrca de los procesos de salud-enfermedad, la ceguera cognitiva respecto de la generización inexorable de tales fenómenos y, muy especialmente, la recusa de percepción contextual para hacer inteligible el lenguaje del cuerpo que enuncia sus significados contrariando a los presupuestos naturales. A menudo he sostenido una advertencia, y me parece más que adecuado dar la bienvenida a este libro volviendo a ella: para quienes creen a pie juntillas que hay una lectura transparente de los fenómenos de la naturaleza. Su lenguaje es el que hemos inventado, una arbitraria opración mediadora con la que damos por sentado principios y leyes. Conviene abdicar de su prepotencia, y hacer de la salud un estatuto libertario, tal como emerge como acicate de las páginas de este texto. 

Dora Barrancos