Escribir poesía es “un acto de fe en la palabra”, dice Reynaldo Sietecase, mientras en paralelo, la Electricidad de Gustavo Yuste se erige como un templo para tanta fe depositada en el verso nuevo. La palabra aquí es precisa como la arquitectura de las catedrales y al mismo tiempo modesta como los altarcitos en las casas de las personas que ya no reciben visitas. En Electricidad, el aspecto religioso se cuela en la poesía como el capricho por explicar el mundo con ficción y en ese afán, retuerce sílabas, fabrica decires, deshace palabras, doctrinas y doctorados y se recuesta exhausta en los márgenes de la literatura a contemplar el caos que ha provocado. 
La vida es eso que pasa, dice Yuste, mientras medimos la distancia exacta para no extrañarnos ni lastimarnos, y agrego: la vida es eso que pasa solamente en la poesía. El resto es holográfico. La poesía es saber que la estrella está muerta y aún así levantar los ojos al cielo. La poesía es el antídoto para nuestra propia peste.
Juan Solá, en el prólogo

 

La primera vez que dormimos juntos

Si una cámara en el techo
hubiera filmado esa noche,
se podrían ver dos cuerpos
–todavía desconfiados
el uno del otro–
entregados a imágenes
que fueron ordenadas 
de manera minuciosa toda la vida
pero que el inconsciente reproduce
de forma aleatoria
el tiempo que dure el sueño.

Electricidad - Gustavo Yuste

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Escribir poesía es “un acto de fe en la palabra”, dice Reynaldo Sietecase, mientras en paralelo, la Electricidad de Gustavo Yuste se erige como un templo para tanta fe depositada en el verso nuevo. La palabra aquí es precisa como la arquitectura de las catedrales y al mismo tiempo modesta como los altarcitos en las casas de las personas que ya no reciben visitas. En Electricidad, el aspecto religioso se cuela en la poesía como el capricho por explicar el mundo con ficción y en ese afán, retuerce sílabas, fabrica decires, deshace palabras, doctrinas y doctorados y se recuesta exhausta en los márgenes de la literatura a contemplar el caos que ha provocado. 
La vida es eso que pasa, dice Yuste, mientras medimos la distancia exacta para no extrañarnos ni lastimarnos, y agrego: la vida es eso que pasa solamente en la poesía. El resto es holográfico. La poesía es saber que la estrella está muerta y aún así levantar los ojos al cielo. La poesía es el antídoto para nuestra propia peste.
Juan Solá, en el prólogo

 

La primera vez que dormimos juntos

Si una cámara en el techo
hubiera filmado esa noche,
se podrían ver dos cuerpos
–todavía desconfiados
el uno del otro–
entregados a imágenes
que fueron ordenadas 
de manera minuciosa toda la vida
pero que el inconsciente reproduce
de forma aleatoria
el tiempo que dure el sueño.