Al escribir poesía buscamos, una y otra vez, jugar a ser eternos, en ese instante de expansión, que nos conecta, como un catéter de corazón a corazón, a la otredad y el todo.
Ese beso donde lo real y lo simbólico pueden juntarse en un presente continuo: en ese instante sucede la poesía.
Nos dejamos conducir por la pulsión expresiva, como ráfagas de viento, por entre los barrotes de la celda de lo que nos contaron que era el mundo, y el lugar que ocupamos en él.
Para volver a ese lugar donde todo es, sin necesidad de ser explicado, donde todo muere y vuelve a nacer.
En Flores de escarcha, todos los poemas se hablan y se contestan: la poesía toda es una conversación.
Observamos una considerable madurez en la voz poética de Peña, quien desafía los imperativos de la época y se atreve a ser irreverente, contradictoria, imperfecta.

Flores de escarcha - Mariela Peña

Flores de escarcha - Mariela Peña
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Al escribir poesía buscamos, una y otra vez, jugar a ser eternos, en ese instante de expansión, que nos conecta, como un catéter de corazón a corazón, a la otredad y el todo.
Ese beso donde lo real y lo simbólico pueden juntarse en un presente continuo: en ese instante sucede la poesía.
Nos dejamos conducir por la pulsión expresiva, como ráfagas de viento, por entre los barrotes de la celda de lo que nos contaron que era el mundo, y el lugar que ocupamos en él.
Para volver a ese lugar donde todo es, sin necesidad de ser explicado, donde todo muere y vuelve a nacer.
En Flores de escarcha, todos los poemas se hablan y se contestan: la poesía toda es una conversación.
Observamos una considerable madurez en la voz poética de Peña, quien desafía los imperativos de la época y se atreve a ser irreverente, contradictoria, imperfecta.